OPINIÓN

La política del estigma

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
El estigma, no el castigo, es lo que busca el presidente López Obrador. Lo ha dicho muchas veces y no cabe duda de que es congruente en su actuar. Promueve la repulsa, aunque obstruya con ello el camino de las instituciones de justicia. Lo que al Presidente indigna en realidad no es la impunidad, es el aplauso que recibe el tramposo, la envidia que genera su botín. La anécdota la cuenta tres o cuatro veces a la semana: antes de su feliz triunfo, los pillos eran vistos popularmente como astutos ejemplares. Se paseaban sin encarar el rechazo de la gente. Por eso cree que, para terminar con la corrupción, lo que importa en realidad no es llevar a los delincuentes a la cárcel, sino que los cubra la mala fama, que los persiga por siempre el desprecio público. Ese castigo, popular y difuso, es lo que busca activamente el Presidente. Piensa en una sanción fulminante que no necesita seguir el engorro de esos procedimientos que suelen controlar los abogados. A cualquier imagen incriminatoria, a cualquier acusación que involucre a sus adversarios da inmediatamente la máxima publicidad para que la opinión aplique sus castigos.