'Vivir para contarla'
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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Justamente ayer estaba en la biblioteca, sentada en el sofá, pensando en qué color de papel de china envolvería este año los regalos de Navidad, cuando de pronto miré hacia uno de los anaqueles y mis ojos se toparon con los de un niño, de aproximadamente dos años, cuya fotografía aparecía en el lomo de una obra voluminosa. Fijé la mirada y leí el título: Vivir para contarla; era nada menos que la autobiografía de Gabriel García Márquez. Como impulsada por un resorte me incorporé y tomé el libro de tapa dura, lo abrí y cuál no fue mi sorpresa al descubrir, en el ángulo izquierdo, una flor pintada con un tallo larguísimo y leer la dedicatoria: "Para Guadalupe, la flor más allá, GABO, 2003". No lo podía creer; tuve ganas de llorar y a gritos agradecerle al Premio Nobel de Literatura esa dedicatoria tan personal y poética. ¿Cómo era posible que no me acordara de tal privilegio, de esa flor de cinco pétalos pintada con su puño y letra? ¿Cómo era posible que tuviera este libro dedicado entre tantos otros de autores y temas que me parecían muy lejanos? Y, ¿cómo era posible que no recordara el lugar, día y hora, cuando Gabo me lo entregó personalmente? Por más que hago esfuerzos para revivir ese momento, no lo logro. ¿Dónde fue, en la FIL de Guadalajara, en la casa de José Luis Cuevas, en donde llegué a encontrarme al escritor varias veces, en una comida organizada por Elena Poniatowska, en la librería de Rosario Castellanos, dónde diablos me lo dedicó?
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores