Vacío de identidad
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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Desde hace varios meses me he preguntado por qué a Claudia Sheinbaum le cuesta tanto trabajo referirse a su origen judío, como si eso fuese un impedimento para su carrera política en un país católico como México, especialmente ahora que es candidata a la Presidencia. Se diría que la ex jefa de Gobierno padece un vacío de identidad, es decir, vive su judaísmo como un estorbo, como una pesada carga que tiene que soportar. Pero eso sí, durante la campaña ha llevado en algunas ocasiones muy ufanamente una falda con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Esa conducta, que raya en la hipocresía, la convierte en una política falsa, no digna de confianza, como escribiera la periodista Verónica Malo Guzmán respecto a su silencio sobre el conflicto Israel-Palestino que "...la poca solidaridad de la morenista se debe a que está pensando en su campaña y esperando indicaciones". Es evidente que las "indicaciones" las recibió ayer, una vez que el Presidente (su amo y señor) se pronunciara en la mañanera sobre el tema: "Nosotros no queremos tomar partido, porque queremos ser factor para la búsqueda para una solución pacífica...". Horas después la ex corcholata condenó los actos violentos de los terroristas de Hamas: "Estoy de acuerdo con que se cese la violencia y que se reconozca a los estados y que se busque la manera inmediata de pacificar esta región del mundo". Habría que explicarle a doña Soberbia que Hamas no es un Estado, es una organización terrorista.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores