Va Cacho en busca de Kayla
Silvia Isabel Gámez
Cd. de México (16 febrero 2016) .-00:00 hrs
Un ferviente lector de sus investigaciones periodísticas le preguntó a Lydia Cacho señalando su cuento En busca de Kayla: "¿Ya la domesticaron?".
"Debe haber miles esperando que saque un libro escandaloso sobre los hombres en el poder, y no es mi papel", reconoce. "Yo no ando persiguiendo a los malos. ¿Qué quiero con este libro? Contar historias".
Ilustrada por Patricio Betteo, la obra publicada por Sexto Piso narra las pesquisas de Myriam y su pandilla chiquiciberjusticiera para hallar el paradero de Kayla, secuestrada por una red de pederastas.
Un cuento que es resultado de 15 años de trabajar los temas del abuso sexual infantil y de la trata de personas, y que está escrito, dice Cacho, con el lenguaje de una adolescente rebelde. El buen trato que la banda recibe de la ciberpolicía no retrata un México irreal, asegura, sino su propia experiencia.
Equipos profesionales con buena tecnología, pero pequeños y con presupuestos ridículos, describe. "Si toda la Policía de este País fuera corrupta e ineficiente, estaríamos mucho peor".
En los últimos dos años, Cacho ha reunido para un nuevo proyecto periodístico casos de miembros de la Policía y del Ejército que intentan combatir la corrupción. A sus casi 53 años, le interesa renovar su visión del mundo y también su lenguaje, explorar nuevos registros.
"Llegó un momento en que me pregunté qué parte de mi aportación periodística estaba haciendo falta", explica. "Tiene que ver con aprender, porque después de tantos años se vuelve peligroso convertirte en autorreferente, algo de lo que huyo constantemente".
La autora de Los demonios del edén y Esclavas del poder plantea que sus críticas a las ONG le han traído desencuentros. "Hay un discurso muy cuadrado que está falseando la realidad, lo cual no quiere decir que estas organizaciones estén falsificando los datos, pero están cerrando el foco en todo, y eso impide que cuando documentas qué sucede con los periodistas perseguidos, o incluso asesinados, se haga un análisis de fondo".
A Cacho le preocupa hasta qué grado el periodista, al reproducir el discurso de la violencia, también lo fortalece. "Necesitamos, sin matizar la realidad, ampliar nuestra mirada para entender cuáles serían las salidas".
Un buen periodista, por duro que sea el tema que debe cubrir, no puede estar ciego de cólera o de resentimiento, advierte. "Es algo que no estamos reconociendo, y eso hace que se genere un discurso donde hay una endogamia brutal entre los grupos de periodistas, sobre todo jóvenes, que denuncian la violencia y participan en actos públicos, pero al mismo tiempo su manera de cubrir las noticias está permeada por la ira".
Existe ya suficiente teoría y un diagnóstico sobre cómo la violencia social deja herido al mensajero, agrega Cacho, quien con los periodistas Marco Lara Klahr y Diego Enrique Osorno trabaja en un manual de periodismo en situación de crisis.
"Un mensajero herido se equivoca con más frecuencia, y su lenguaje se hace más pequeño, más desgastado", indica. "También hay un miedo a que si empiezas a mandar un mensaje de ciertas cosas positivas que suceden en este contexto de crisis y de caos pareciera que estás cediendo ante el poder".
En busca de Kayla refleja las preguntas que le suelen hacer los padres en sus recorridos por el País sobre cuánto hablar con sus hijos de abuso infantil, pues temen robarles la inocencia.
"La mayoría de las personas creemos en algún momento de la vida que la inocencia infantil es ignorancia, tratas a los niños como si blindarles de la verdad les blindara de los hechos", señala sobre una historia que reconoce también que los niños están desprotegidos. "Como lo estamos nosotros, los adultos, todo el mundo en este País".
Si algo deseó al escribir En busca de Kayla es que todas las niñas puedan un día ser rescatadas. Cifras de la Red por los Derechos de la Infancia y organismos como la ONU establecen que el 30 por ciento de los desaparecidos en el País son menores de 15 años, y de esa cifra, 70 por ciento son niñas.
"Después de tantos años de ver a padres desesperados buscando a sus hijas, y conocer casos espantosos, quisiera que eso sucediera. Es un cuento también para mí. Yo también me lo creo".