La Fiscalía General de la República nació podrida con el nombramiento de Alejandro Gertz Manero. Una institución vital para la legalidad, un órgano que, después de décadas, conseguía autonomía, encalló en el momento mismo en que fue confiada a un personaje de cuya deshonestidad e incompetencia hay abundantes pruebas. No necesitamos información confidencial para advertirlo. No es necesario admitir como verdades los rumores que corren sobre su vida y su patrimonio. Basta lo que es público y demostrable. La información que se ha difundido a lo largo de los años, los documentos que se han publicado, los engaños que ha consumado frente a las cámaras de televisión dan cuenta de la desfachatez del personaje al que se confió la persecución de los delitos. Es titular de una institución autónoma y tiene como encargo una misión de nueve años. Se ha demostrado que el hombre robó ideas presentándolas como propias para simular credenciales académicas. Sin el reconocimiento de sus pares, forzó, desde su posición
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.