Hagamos un descanso, un alto en el camino, como dijera Germán Dehesa, mi hermano. No, no abordaré el tema de la penosa concentración populista del domingo en el Zócalo, financiada con el ahorro público, con la aquiescencia o no de los contribuyentes de impuestos federales. Una vergüenza, además anacrónica. No me referiré a la herencia maldita que recibirá el nuevo secretario de Hacienda, después de 6 años de despilfarros suicidas, de escandalosas malversaciones de fondos, de endeudamientos públicos autorizados, tan aberrantes como criminales, hasta la ignominia, por su antecesor. No abordaré el tema de los aranceles ni de los narcos ni de los monstruosos libros de texto que atentan contra la niñez y, por ende, contra el futuro de México. No, en esta ocasión, abandonaré los contenidos tóxicos para relatar la experiencia vivida y confesada por un fraternal amigo, cuando en razón de su edad provecta, prefirió recluirse en un asilo de ancianos.
Abogado por la UNAM. Dedicado a investigar la verdad oculta de la historia de México, ha escrito 20 novelas históricas y 5 ensayos de diversa naturaleza. Ha impartido conferencias en México y en el extranjero. Es conductor de un programa de televisión y comentarista en distintos medios de radiodifusión. Ha publicado más de 4,000 artículos. Es columnista en el diario Reforma, en El País y en el Chicago Tribune, Hoy, entre otros más.