OPINIÓN

Tretas del ilusionista

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

5 MIN 00 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Regreso a la advertencia del historiador Timothy Snyder: no hay que confiar en que las instituciones se cuidan a sí mismas. Sus peores enemigos pueden ser sus titulares. Complacientes o ineptos pueden, desde dentro, destruir la institución que tienen encomendada. Nadie ha hecho tanto daño a la Auditoría Superior de la Federación como quien todavía es, en este momento, su titular. El auditor ha causado un daño gigantesco y tal vez irreparable a este órgano clave de la rendición de cuentas. En unas cuantas horas la Auditoría destruyó el prestigio que había cultivado durante años de trabajo serio e independiente. De un golpe ha demolido las dos columnas que la sostienen en el concierto constitucional: solvencia técnica y autonomía. El daño es enorme. A partir de ahora será difícil leer sus reportes como documentos confiables que provienen de un análisis técnico y riguroso del gasto público. Manchados por la politiquería de dentro y de fuera, han perdido contundencia como dictámenes fundados en una firme imparcialidad.