Hace un poco más de doscientos años, el gran ensayista inglés William Hazlitt publicó un texto breve sobre la indignidad de la corte que circunda al déspota. El tirano suele rodearse de serviles que se carcajean cuando suelta alguna gracejada. Cada opinión del autócrata es celebrada como un juicio genial. Y aparecen así los intérpretes de su insondable sabiduría. Lo que dice el hombre del poder se convierte en la medida de la justicia, de la verdad, de la belleza. Al soberano le han cedido su raciocinio. De ese modo, la corte se presta a encumbrar el tropiezo del príncipe como un ejemplo de su admirable agilidad.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.