CULTURA

Todos pensamos que Gabo era inmortal

REFORMA / Redacción

Cd. de México (19 abril 2014) .-00:00 hrs

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Cuando Elena Poniatowska ganó el Premio Cervantes 2014, Gabriel García Márquez se presentó en su casa de Chimalistac con un ramo de rosas amarillas.

"Siempre tuvimos una relación de muchísimo cariño", dijo la periodista y escritora a su llegada a España, donde recibirá el galardón, el miércoles, en la Universidad de Alcalá de Henares.

La noticia de la muerte del Nobel colombiano, a los 87 años, la alcanzó en pleno vuelo. Aunque ya había entregado su discurso a los organizadores, le dedicará unas palabras en la ceremonia.

"No soy buena para improvisar, pero algo diré, escribiré algo".

Era, dijo, un hombre cálido, sin pretensiones. Fue ella quien corrió a ponerle un filete en el ojo cuando Mario Vargas Llosa le propinó un puñetazo en un cine.

"Ahí estaba yo, completamente azorada".

Gabo fue el representante de toda América Latina, dijo, una región que encontró salvación a través de su escritura: un continente capaz de producir escritores de su talla.

Cuando dejaba ver una página suya, según la brasileña Nélida Piñón, garantizaba que las palabras pueden llenar las ansias de la humanidad.

"Nosotros, los amigos, pensábamos que era inmortal opinó no sólo por su obra, sino también por su forma de ser. Su obra garantiza una soberanía creadora para las Américas".

Y es que a nivel mundial no hay una novela más influyente en el siglo 20 que Cien años de soledad, según el colombiano Juan Gabriel Vásquez.

No de otra manera se entiende que escritores tan dispares como Salman Rushdie, Mo Yan y Toni Morrison sigan los caminos abiertos por su novela.

"Aunque no sea cierto, a veces nos parece que García Márquez inventó la novela colombiana. Inventó un lenguaje y una manera de tratar nuestro universo que crearon la ilusión de que nada de eso había existido antes: de que lo veíamos por primera vez", señaló Vázquez.

Tenía un don sublime para contar historias con gracia, humor, poesía y profundidad al mismo tiempo, resumió el colombiano Héctor Abad Faciolince.

"La genialidad es rara en todos los campos; él la tenía en literatura".

En Guadalajara, Fernando del Paso se dolía por la pérdida de un "mago", un encantador de lectores, capaz de transportarlos a "mundos muy hermosos que se parecían demasiado a la realidad, siendo irreales e inasibles".

Compartieron el gusto por la buena vida que significaba la buena literatura, la comida y el cine. En un viaje a Veracruz, acompañados por sus esposas, el poeta Álvaro Mutis y la publicista Chaneca Maldonado, hace más de 40 años, brindaron.

"Estábamos en el café del hotel Diligencia y yo me paré en una silla y con mi tarro de cerveza en alto, como si fuera la Estatua de la Libertad, dije en voz alta: 'Señoras y señores quiero comunicarles a todos que estoy muy feliz'. Hoy puedo decirles que estoy muy triste", dijo Del Paso.

Su imaginación verbal, escribió Gonzalo Celorio, mucho debe a su condición, desde niño, de lector de la mejor poesía de nuestra lengua.

"Me duele. Me duele mucho que se nos haya acabado tan temprano, porque creíamos que era eterno. De algún modo lo es".

Aunque otros hablen de sus muchas obras, Martín Caparrós, periodista y novelista, quiso hablar de una que le parece decisiva: la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, que García Márquez fundó hace 19 años y que ahora lleva su nombre.

"Intentaba contribuir a la mejora de lo que él solía llamar el oficio más bello del mundo, y creo que lo logró. Se lo debemos, lo recordaremos".

Con información de Carlos Rubio, Alberto Armendáriz, Hernando Salazar, Erika P. Bucio, Jorge Ricardo y Juan Carlos Sagredo