Mientras Trump sea Presidente no habrá estabilidad en la relación entre los gobiernos de México y Estados Unidos. No puede haberla. López Obrador probablemente insistirá en guardar las formas, eludir una confrontación abierta, aguantar desplantes y maltratos para intentar llevar la fiesta en paz. Porque, en su posición, eso es lo que tiene que hacer. Trump, sin embargo, seguirá arremetiendo contra México y los mexicanos, azuzando el encono de su base electoral contra la migración y el libre comercio, creando desconcierto, disrupción e incertidumbre entre los dos gobiernos. Porque, en su posición, eso es lo que quiere hacer. Cada uno está en su papel, no sólo por sus distintas personalidades o por el beisbol de su política interna sino, también, por la ineludible asimetría de poder entre ambos países. Tucídides podría haberlo escrito el viernes pasado, a la orilla del Potomac, cuando aterrizaba la delegación mexicana en D.C.: "los fuertes hacen lo que quieren; los débiles sufren lo que tienen que sufrir".
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde además dirige el Programa de Periodismo.