QUE LA GENTE cambie no sólo es normal, sino hasta sano. Pero que tuerza sus convicciones ya no es tan recomendable. Algo así acaba de suceder con Olga Sánchez Cordero, quien se olvidó de sus aguerridos tiempos como ministra de la SCJN para no quedar mal con la corte de la 4T.