Se escuchan en el país voces que piden un estado de emergencia sobre la deliberación nacional. En vista del grave peligro que vivimos, debería suspenderse el ejercicio de la crítica. Eso es lo que algunos piden explícitamente y otros insinúan. No conviene atacar al gobierno en estos momentos, dicen unos. Es mejor acomodarse y esperar que venga el cambio de gobierno. No hay que echarle más gasolina al fuego. Del otro lado se escucha una exigencia semejante. Es imperdonable que alguien cuestione la marcha de la oposición o que advierta las debilidades de su candidata. Eso podría decirse en privado, pero en público no hace más que fortalecer al régimen que busca demoler los contrapesos democráticos. Criticar a la oposición es volverse cómplice del autoritarismo.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.