El 5 de febrero el cambio de régimen encontró la ceremonia perfecta de su consumación. Hace un año escuchamos con incredulidad la propuesta testamentaria de López Obrador: eliminar el fastidio de un poder independiente para que la última pieza de poder autónomo empalmara con la nueva hegemonía. En doce meses aquello que parecía tan absurdo como improbable se ha convertido en realidad. La democracia constitucional ha muerto.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.