OPINIÓN

Steiner y las manos de Moore

ANDAR Y VER / Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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Recordaba George Steiner que, en la universidad en la que trabajaba se aparecía a veces el gran escultor Henry Moore. La plática, tarde o temprano, encallaba en la política y los comensales escuchaban al artista revelar su simpleza. ¡Cuánta inocencia, cuánta ingenuidad en ese desfile de lugares comunes! De que el escultor era un idiota en política, no lo quedaba la menor duda. Pero de repente Steiner se fijaba en sus manos y se daba cuenta de lo que podía hacer con ellas. Detenerse en sus ideas se volvía absurdo. Su genio estaba ahí, en sus manos. Viendo el contraste entre el discurso de Moore y el movimiento de sus manos advertía la inocencia que hay en los grandes creadores.