Soy un mal católico, un pecador que no quiere, ni puede, dar lecciones de religión; además, creo firmemente en el Estado laico y en la libertad religiosa. Pero en esta llamada Semana Santa para el mundo católico, y después de que el Presidente dijo sentir que el infortunio de los latinoamericanos muertos en la cárcel migratoria de Ciudad Juárez le "partió el alma", y del anuncio de un nuevo órgano burocrático para migrantes, encabezado por el sacerdote Alejandro Solalinde, debo recordar un episodio católico, histórico, de hace unos años, cuando el sacerdote Solalinde era guía espiritual y tenía una enorme autoridad moral, por encabezar la indignación frente a la violación sistemática de los derechos humanos a los migrantes; incluso la Universidad Autónoma del Estado de México no sólo lo reconoció como "Doctor Honoris causa", sino que lo propuso al Premio Nobel de la Paz. Era instrumento de paz, bienaventurado porque perseguía justicia para migrantes. Otros tiempos, otros datos.
Abogado. Estudió en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y en la Universidad Complutense en Madrid. Diputado Federal en dos ocasiones. Ex Secretario de la Función Pública. Ex Presidente Nacional del PAN. Catedrático del ITAM y la Universidad La Salle. Miembro de la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación. Compiló el pensamiento de Carlos Castillo Peraza, "El porvenir posible", Fondo de Cultura Económica.