OPINIÓN

Sin límites

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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La niñita preguntó: "Mami: ¿cuál es el sexo débil?". Respondió prontamente la señora: "El de tu papá después de que cumplió los 60"... Si relatara yo las mil y mil cosas que me han sucedido en mi largo oficio de conferenciante, llenaría quizá tantos volúmenes como los que formaban la copiosa Enciclopedia Espasa. Hoy narraré una de ellas, una sola, aquella del día en que el público que asistió a mi conferencia me aplaudió de pie, entusiasmado, y, sin embargo, no escuché el aplauso. ¿A qué se debió eso? A que el público ante el que hablé no me escuchó. Estaba formado por discapacitados auditivos que siguieron mis palabras por medio del lenguaje de las señas que les trasmitió una experta traductora. Me aplaudieron agitando las manos en alto, de modo que aquel aplauso pareció un súbito cónclave de mariposas. Eso que cuento tuvo lugar en la Universidad Tecnológica de Santa Catarina, cerca de Monterrey, en Nuevo León. De esa institución era rector el maestro José Cárdenas Cavazos, quien ha sido llamado "El apóstol de la educación inclusiva", reconocido nacional e internacionalmente por sus esfuerzos tendientes a dar oportunidades educativas -que se convierten luego en oportunidades laborales- a quienes tienen alguna forma de discapacidad: visual, auditiva, motriz o de cualquier otra especie. De esas personas dije alguna vez: "Tienen limitaciones, pero no tienen límites". Todo esto viene a cuento porque hoy se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, instituido en la ONU por gestiones de un gran mexicano, don Gilberto Rincón Gallardo, cuya amistad me dio a un tiempo honor y ejemplo. Su labor encontró apoyo decidido en Nuevo León cuando ese estado, a cuyos generosos habitantes tanto debo, era gobernado por José Natividad González Parás, quien tanto hizo por la cultura y la educación en el estado. A tres personajes impulsores de la educación para discapacitados menciono, pues, en este día: don Gilberto Rincón Gallardo, quien con su corazón y con su mente venció a la adversidad; a José Cárdenas Cavazos, maestro de vida, y a Nati -con ese afectuoso diminutivo se le conoce en Nuevo León-, cuya vasta cultura e inteligencia están ahora al servicio de la academia en su entidad. No pasemos inadvertido este día dedicado a los discapacitados. Todos, quién más, quién menos, sufrimos alguna forma de discapacidad... Trisagio era un muchacho muy devoto. Pertenecía a varias asociaciones religiosas, y en todas tenía puestos directivos. Lo primero que hacía en las mañanas, después de rezar sus oraciones, era leer la vida del santo del día a fin de imitar su conducta. (Se vio en apuros cuando leyó la de Santa María Magdalena). Hay unos versillos populares aplicables al caso de Trisagio. Dicen: "Hasta los palos del monte / tienen su destinación. / Unos sirven pa' hacer santos / y otros para hacer carbón". El destino del piadoso joven fue conocer a Facilda, mujer que era una versión moderna de Salomé, Dalila y Jezabel. Pero bien dice la antigua sentencia: el amor es ciego. Mi abuela Liberata aleccionaba a sus hijos varones en edad de merecer. Les decía: "Hijos: la mujer por lo que valga, no por la nalga". Los exhortaba a buscarse "una muchacha de buen fondo". El tío Rubén, padre de mi inolvidable primo Rubencito, el Profesor Jirafales de la televisión, oponía un reparo: "Mamá: pero el fondo quién se los ve". Trisagio no vio el fondo de Facilda y se casó con ella. La noche de las bodas le dijo a su desposada: "De mi parte no esperes mucha experiencia". Al punto replicó ella: "Y de la mía no esperes mucha virginidad"... FIN.