Aunque Darwin desconocía la naturaleza de las variaciones hereditarias, no tardó en percatarse que gracias a la agricultura y a la cría de animales hemos seleccionado rasgos en poblaciones de plantas y animales silvestres que han estado sujetas durante mucho tiempo a los efectos de la selección natural. Como se puede leer en El origen de las especies, Darwin comparó una y otra vez ambos mecanismos, utilizando la selección artificial como un proceso análogo a la selección natural. Fue una buena estrategia, porque en términos evolutivos la domesticación no es otra cosa que la selección artificial de tamaños, conductas, ciclos reproductivos y otros rasgos biológicos usando técnicas tradicionales de cultivo o de crianza. Como ocurre con los plátanos, los gusanos de la seda y los microorganismos que producen el kefir, a lo largo de los siglos hemos seleccionado cambios tan radicales que muchos organismos ya no se pueden reproducir sin la intervención de los humanos. La domesticación a la que hemos sometido a multitud de especies en los últimos 15 mil años representa uno de los cambios más drásticos que ha sufrido la diversidad genética del planeta.