A nada le ha invertido tanto Andrés Manuel López Obrador durante estos primeros meses en el poder como a comunicar la idea de que su Presidencia significa un antes y un después en la historia de México. Insiste en hablar como si la cuarta transformación fuera una realidad consumada, en aseverar que tal o cual cosa se acabó para siempre, en proclamar que esto o aquello nunca volverá a ser igual. No hay, no debe haber, el menor asomo de continuidad ni de gradualismo. Por eso su gobierno se obstina en enfatizar contrastes, en reiterar que no es como los de antes, en simbolizar una ruptura definitiva con el pasado. Sin embargo, cuando el aire caliente de su retórica se estrella con la frialdad de los hechos, el líder que aseguraba haber abolido el pasado se ve obligado a admitir que sigue vigente. Y su relato hace agua.
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde además dirige el Programa de Periodismo.