No gusta nadita, y hasta preocupa mucho, detectar en el Presidente de un país democrático (en vías de extinción), como México, rasgos de sadismo, de crueldad burlona, o de lo que los psicólogos alemanes bautizaron como "schadenfreude", que libremente traducido al castellano significa el placer derivado del sufrimiento, fracaso o infortunio de otros.