No es la electricidad, no es la energía, no son los consumidores. Es el poder, el cuento, la provocación. La iniciativa de contrarreforma eléctrica, ha advertido Carlos Urzúa, el primer secretario de Hacienda de este gobierno, puede ser la peor entre las muy malas decisiones económicas del gobierno de López Obrador. Una reforma que nos daría una electricidad cara y sucia; que nos colocaría en dirección contraria a la del mundo. Un cambio que traería una cadena de secuelas negativas para México. Los conocedores han detallado todos sus defectos, activando todas las señales de alarma. Se trata de una propuesta que cierra los ojos al presente, a los compromisos internacionales, al más elemental sentido económico. No se ofrecen, en su defensa, argumentos sino frases vacías sobre la soberanía, oxidadas consignas neoliberales, nostalgia de épocas idas.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.