OPINIÓN

Regalo de la vida

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

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Terminó el trance de erotismo en la habitación número 210 del popular Motel Kamagua. Ella le dijo a él: "Si fueras un caballero no me habrías pedido que hiciera esto". Respondió él: "Y si tú fueras una dama no me habrías cobrado"... Rosibel, la linda secretaria de don Algón, llamó por teléfono a su mamá y le avisó: "Hoy llegaré tarde a la casa, mami. Ayer cometí un error en la oficina, y mi jefe quiere que lo cometa otra vez"... La madama de la casa de mala nota le trajo al cliente una daifa de feo rostro, desdentada boca e hirsuta cabellera; mujer entrada en años y más entrada aún en kilos. Le preguntó al sujeto: "¿Usted es el que pidió la oferta de la semana?"... El recepcionista del hotel le informó a Babalucas: "La habitación incluye dos niños gratis". "No los queremos -rechazó el badulaque-. Ya tenemos cuatro"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, le contó a su amiga Celiberia: "Anoche un hombre me iba a poseer a punta de pistola, pero en eso llegó un policía y me quitó la pistola"... Pepito le propuso a su pequeña vecina: "Vamos a hacer cositas, Dulcilí. Mi mamá quiere que vaya a confesarme y no tengo materia prima"... Don Cornulio llegó a su casa y la nueva criadita le comunicó: "Señor: me da mucha pena decirle esto, pero su esposa estaba con un hombre en la recámara. Cuando usted llegó el hombre se escondió abajo de la cama". "Ha de ser nuevo -meditó don Cornulio-. Todos los demás se esconden en el clóset"... La vida ha sido para mí una buena amiga. Hemos tenido pleitos, sí, y a veces me ha dado algunos coscorrones -es más grande que yo-, pero en general nos llevamos bien. Espero que así sigamos hasta que me deje, pues sé que un día me dejará. Ojalá estemos en buenos términos cuando llegue ese término. Mi amiga la vida tiene una costumbre que me agrada mucho: de vez en cuando me hace regalos. No sé si me los hace porque me he portado bien o porque ella se ha portado bien, pero de pronto me llega uno de sus dones, y se lo agradezco igual que niño que ha recibido un obsequio inesperado. El más reciente tomó la forma de un bello mensaje. Sucede que la semana pasada escribí un texto que empezaba así: "Para el escribidor la música más bella es la voz de la mujer amada. Sigue después la música de la lluvia. Y luego viene la que escribieron Mozart y todos los demás". Y acababa: "Tomo en el hueco de mi mano unas gotas del agua de la lluvia. Es agua bendita. Con ella se podría bautizar al mundo". He aquí el mensaje que a propósito de ese texto me llegó como hermoso regalo de la vida: "Estimado señor don Armando, Catón para todos nosotros. Lectora asidua de su columna en el periódico Reforma, este día volví a disfrutarla. Pero hoy especialmente me llamó la atención el bello poema que escribió. Disfruto mucho la poesía; yo mismo tengo en mi haber algunos poemas de hace muchos años, y escribo de vez en cuando. Abuela que soy, he gozado su libro dedicado a esos ángeles que somos de alguna manera quienes tenemos la dicha de tener nietos. Esta mañana su poema me prodigó una sensación de sutil alegría. Me pareció hermoso. ¡Gracias por escribir! Guadalupe Pineda. (Sí, la cantante)". Díganme mis cuatro lectores si un mensaje así no es un regalo de la vida. Siempre he admirado a Guadalupe Pineda -Lupita para todos nosotros- por su belleza, su talento, su sensibilidad, su voz. Saber que me lee es motivo de orgullo para mí. Tener una lectora como ella es para cualquier escritor un galardón. Hago del conocimiento de esa hermosísima señora que su mensaje lo tengo ya enmarcado, y está ahora entre las más preciadas distinciones que en mi vida -larga y gozosa vida- he recibido. ¡Gracias!... FIN.