Otis no golpeó al paraíso. La tierra que azotó el huracán era ya, desde hacía tiempo, un espacio sin ley. Si necesitáramos ejemplos de lo que constituye un Estado fallido bastaría hacer la crónica de la vida cotidiana en Guerrero. Basta unir los puntos que aparecen en la prensa regularmente para darnos cuenta de que el Estado, ahí, hace tiempo que no existe. No hay en Guerrero un núcleo criminal preponderante. Una veintena de organizaciones se disputan el territorio de Guerrero, imponiendo con sus enfrentamientos un régimen de intimidaciones.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.