OPINIÓN

Real anecdotario

Paloma Ramírez EN REFORMA

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No todos los días, desde el Castillo de Chapultepec, se puede gozar de una vista que, por su magnificencia, corte la respiración. Era un día despejado, como pocos en Ciudad de México. El viento y la constante lluvia habían casi disipado la bruma hedionda que suele entristecer a sus habitantes. Desde el gran balcón del alcázar se podían distinguir no sólo los edificios aledaños que rompen con el verde obscuro del bosque, sino también el camino perfecto que conecta el sitio con el corazón de la metrópoli.