OPINIÓN

Puntos suspensivos

ANDAR Y VER / Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

3 MIN 00 SEG

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Quiso el anonimato. Lograr que su obra se integrara a la ciudad, que se vaciara en ella y que perdiera registro de su autoría. Quiso ser un iluminador románico, un tlacuilo que escribiera pintando en amate. Quiso ser también el gato de Paul Klee. Vicente Rojo lo contaba en su discurso de ingreso al Colegio Nacional. En 1918, al terminar la guerra, Klee regresaba a casa. Para celebrar la paz tomó el violín y junto a su mujer que se sentaba frente al piano, tocaron sonatas de Bach y de Mozart. El auditorio lo formaban Félix Klee, el hijo de la pareja, y el "enorme gato Fritzi." La escena le servía a Rojo para dejar constancia de su admiración por Klee, de la intimidad entre música y pintura y de la envidia por el pintor que sabía tocar el violín. "¡Qué no hubiera dado yo por ser el gato Fritzi."