Presencia eterna
Arturo Brizio EN REFORMA
2 MIN 30 SEG
Topé con la muerte relativamente tarde. Tenía 26 años cuando una mañana de domingo sonó el teléfono de la casa paterna para anunciar que Don Toño, así le decían cariñosamente a mi abuelo, había fallecido. Un infarto fulminante segó su vida a los 70 años y el hueco que dejó no lo he llenado hasta la fecha. Quizá por eso me uno con genuina solidaridad al dolor de los deudos cuando alguien, como se dice coloquialmente, se nos adelanta en el camino.