El presidente López Obrador miente mucho. Según el registro que lleva Spin Taller de Comunicación Política, entre el 1o. de diciembre de 2018 y el 15 de octubre pasado ha pronunciado más de 64 mil "afirmaciones no verdaderas" (un promedio de 90 por conferencia mañanera). Una explicación reciente de por qué miente tanto, propuesta por Salvador Camarena en El Financiero (16/Nov/2021), es que nadie se lo impide ni se lo cobra. Las oposiciones son débiles y están desarticuladas. Los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, no se han querido imponer la obligación de corroborar la veracidad de sus dichos; los consignan porque son noticia, al margen de que sean ciertos o falsos. En la coalición lopezobradorista prevalece la disciplina, no sé si por genuina convicción, por calculada conveniencia o ya solo por mera costumbre, pero para efectos prácticos es una distinción que no hace diferencia -el hecho es que no hay quien lo desmienta o lo corrija-. Por último, no hay ningún actor, ninguna voz individual o colectiva con capacidad de contrarrestar eficazmente las mentiras presidenciales; en parte porque son demasiadas, en parte por la discordia y la desconfianza que carcomen la vida pública, en parte porque el propio López Obrador se ha encargado de deslegitimar a cualquiera que lo critique o le lleve la contraria. El Presidente miente, en suma, por impunidad: porque no hay quien pueda encajarle un costo por hacerlo.
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Programa de Periodismo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).