Algunos partidarios del lopezobradorismo actúan como si polarizar fuera politizar. Aseguran que quienes critican la polarización solo buscan promover la despolitización: defender sus privilegios, mantener el statu quo, que no se mencionen las desigualdades y las discriminaciones, que no se reclamen las injusticias, que todo siga igual. Pero se equivocan, polarizar y politizar no son lo mismo. Polarizar es extremar las discrepancias, partir a una población entre dos grupos distantes y excluyentes. Politizar es crear conciencia sobre el carácter político de un asunto, visibilizarlo como problema público, impugnarlo como relación de poder. La polarización emplaza a escoger entre dos opciones incompatibles, rebajando el conflicto a su expresión más estéril: la dicotomía amigo/enemigo, el antagonismo del conmigo o contra mí. La politización, en cambio, convoca a escuchar otras voces, a ponderar perspectivas desconocidas o distintas, canalizando el conflicto por una senda más constructiva: la de admitir la legitimidad de las diferencias y la necesidad del diálogo. Polarizar es dividir; politizar es discutir. Son prácticas disímiles, que incluso pueden llegar a ser opuestas. Porque la polarización llevada a su límite tiene un efecto despolitizador. Borra la pluralidad, obliga a tomar partido y cancela la conversación. Es una licencia para descalificar, para acallar, para imponer.
Carlos Bravo Regidor (Ciudad de México, 1977). Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México e Historia en la Universidad de Chicago. Es profesor-investigador asociado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde además dirige el Programa de Periodismo.