OPINIÓN

Pic-nic en Chapultepec

Guadalupe Loaeza EN REFORMA

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La cita era a las 2:30 p.m. El acuerdo era que a mí me tocaba llevar el mantel, las servilletas, una botella de vino, postre y dos sillas, "para que ustedes dos no se cansen y estén más a gusto", me dijo el organizador con mucho entusiasmo. Si mal no recuerdo, al último pic-nic que fui fue en el año de 1968. Fue por el Desierto de los Leones, pero lo que más recuerdo de esa ocasión es la torta con mucho chile que comí y la forma en que me enchilé. Sentía que me salían llamas por las orejas y la nariz. Para atenuar el picor, como de rayo tomé la primera botella de refresco que me encontré a mi lado. Lo que bebí efusivamente no era una gaseosa, sino petróleo que habían llevado para la fogata. Casi me muero.