CULTURA

Paz, un mentor para el mundo.- Le Clézio

Jorge Ricardo

Cd. de México (29 marzo 2014) .-16:37 hrs

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"Octavio era un mentor, no únicamente para México, para el mundo entero", dijo el Premio Nobel de Literatura en 2008, Jean-Marie Gustave Le Clézio.

"Él podía ver el mundo sin los antejos que falsifican la vista, lo veía como era con realidad, pero a la vez con pasión y un interés y una ilusión muy sinceros".

Al dictar una conferencia magistral sobre el Nobel mexicano, el escritor francés hizo un retrato también de Paz y su obra como un reflejo de la tradición de la lengua castellana y de la profundidad del México indígena.

"Paz es el producto de un conjunto de fuerzas compuesto por el escepticismo de Góngora, la ola popular de José Guadalupe Posada, la locura destructora de Jorge Cuesta y, a la vez, la sabiduría de los grandes historiadores mexicanos, de Jerónimo de Mendieta a Daniel Cosío Villegas", dijo.

La poesía de Paz, añadió, "tiene la aristocracia natural del idioma criollo y el ímpetu y la rapidez de la poesía oral indígena que se desarrolló en el Anáhuac".

Como parte de los festejos por el Centenario de Paz que se cumple este lunes, acudió a la Biblioteca de México, a un acto al que asistió la viuda del poeta, Marie Jo Paz, escritores e historiadores como alberto Ruy Sánchez, quien presentó a Le Clézio, y Jean Meyer, y funcionarios como el presidente del Conaculta, Rafael Tovar.

Le Clézio, quien vivió en su juventud en México y enfocó algunas de sus obras, como El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido, a las civilizaciones indígenas, recordó cuando conoció la obra de Paz.

Fue en la biblioteca del diplomático José Luiz Martínez. Ahí comenzó a leer Los Contemporáneos, Jorge Cuesta, José Gorostiza, Gilberto Owen o Xavier Villaurrutia. Luego descubrió el surrealismo de Manuel Maples o las pinturas de Frida Kahlo y Doctor Atl.

"Pero de todos con los que me encontré el más auténtico, profuso y audaz fue, naturalmente u fatalmente Octavio Paz. Él era un claro hijo del surrealismo, y de las grandes novelas de la literatura prerrevolucionaria, como Los bandidos de Río Frío, y un aficionado a la obra mayor de Fuentes, La región más transparente, pero su autonomía literaria me convenció de inmediato ".

En uno de los cinco patios interiores de La Ciudadela, ante más de 500 personas, escritores, funcionarios y anónimos lectores de Paz, recordó que cuando comenzó a leerlo tuvo la impresión de estar ante los antiguos cantares de los Aztecas.

"Una palabra ligera, fluctuante, emocionante, rítmica, llena de magia y de fantasmas, que me introdujo a la versatilidad y a la imaginación del pueblo mexicano".

No se trata de un exotismo o de lo pintoresco, acotó el francés, fallas tan ajenas, dijo a la poesía del mexicano, sino una obra sin adornos ni preciosismo donde la metáfora y la filosofía ocupan un lugar central.

"Una poesía que tiene, a la vez, un sentido esencial de la filosofía, como en los tiempos de los presocráticos o en la mitología hindú".

Así, dijo Le Clézio La obra de Paz tiene una profunda raíz en el pasado, pero estuvo encaminada siempre a la búsqueda de la modernidad, tema al que dedicó su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura 1990.

No fue una búsqueda como la de los autores europeos, que se sabían instalados en ella.

"Su aventura es explorar el mundo que vive en él, contradictorio, mezclado, indígena y español, ranchero y catrín, un mundo de revoluciones y de brujería, de certidumbres y de angustia metafísica, de fantasmas y de formas."

El francés, que llamó a Paz el equivalente masculino de Sor Juan Inés de la Cruz, recordó aquí una escena: Paz hizo durante una conferencia un elogio acerca del idioma español, el autor se sabía hijo de los grandes inventores del idioma, de Cervantes a Quevedo y en medio del público una mujer se levantó a leer poemas en náhuatl. Lejos de reírse,e como lo hicieron algunos del público, se aceró a hablar con ella y recibió los textos y algunos discos que ella había grabado.

"Vi una especie de iluminación. Para él, esta aparición de la antigua lengua de México, a pesar de la monumental fuerza cultural del castellano, tenía algo de ligero y de profundo que le conmovió. Era la presencia de lo multicultural, el remanente y la resistencia del pasado en lo moderno: era la evidencia de la magnífica modernidad en la ciudad mestiza más grande del mundo".