OPINIÓN

Palabra del futuro

Eduardo Caccia EN REFORMA

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Los seres humanos caducamos; nuestro lenguaje, aunque mortal también, nos trasciende. La lengua de las civilizaciones es orgánica, viva, nunca está terminada; es un sistema de puertas abiertas donde se incorporan nuevas palabras, y otras más se van desvaneciendo, o bien, toman un nuevo significado. Así, arroba dejó de ser una medida de peso para convertirse en un símbolo del mundo digital. Nuestros abuelos dirían que hoy hablamos otro idioma, uno que se parece al de ellos, con términos inéditos que les serían desconocidos. Dirían que hablamos encriptados. Como un símbolo suele suplantar a otro (y los vocablos son símbolos), hay palabras en calidad de zombis en el diccionario: "coqueluche" evolucionó en tosferina, y "garrotillo" en difteria.