Hace cien años comenzó a circular en Moscú un pequeño libro titulado El origen de la vida, escrito por Alexander I. Oparin. El autor era un joven investigador del laboratorio de Alexei N. Bakh, un químico que combinaba su trabajo académico con la reorganización del aparato científico soviético que le había encargado Lenin. En contra de la opinión generalizada, Oparin afirmó que desde una perspectiva darwinista era imposible suponer que los primeros seres vivos habían podido sintetizar sus propios alimentos, porque ello requería de procesos moleculares que no podrían haber existido en formas de vida primordiales.