No te sometas antes de tiempo, pedía el historiador Timothy Snyder en su panfleto antitrumpiano. El ciudadano que se agacha, el crítico que se calla, el periodista que cierra los ojos, el opositor que se acomoda, enseñan al poder que puede hacer lo que se le da la gana. En estos tiempos, las personas y las instituciones tratan de imaginar lo que el poder desea de ellas y se adelantan a ofrecérselo apresuradamente. Se está cortando el nervio de la resistencia cívica. La fuerza del nuevo régimen parece tan descomunal que se amontonan las abdicaciones. Renuncias a mantener la oposición, a entablar la crítica, a librar la batalla. Somos testigos de la tragedia de la "obediencia anticipada" de la que hablaba Snyder. Los nuevos obedientes cambian de traje y de vocabulario para enviar señales de haber aprendido la lección. Políticos de todos los signos, empresarios, medios, comunicadores, instituciones, partidos se adaptan velozmente al nuevo régimen. A su debilidad, a su oportunismo, a su ambición la llaman "realismo". Ese deber de reconocer la realidad es, en realidad, determinación de someterse al nuevo poder.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.