Nomás el nombre
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA
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A cuento viene citar de nueva cuenta a Jaimito Rodríguez, amable personaje de mi ciudad, Saltillo. Era barillero, o sea vendedor ambulante de quincalla: peines y peinetas; listones; agujas, hilos y botones; abanicos para señoras con bochornos; navajas de rasurar y algunos nimios etcéteras más. Fue a Nombre de Dios, un pueblo de Durango, pues le dijeron que ahí había dinero por razón de la floreciente actividad agrícola de sus habitantes. En efecto; en cuestión de horas realizó -"realizar" es lo mismo que vender- toda su mercancía. No está por demás señalar un detalle de cierta significación: todo lo vendió al fiado, o sea a crédito. Sus clientes le prometieron que le pagarían cuando se diera la cosecha. Llegó ese tiempo, y Jaimito fue a cobrar. Inútil fue su viaje: de lo vendido no recuperó un solo centavo. Nadie recordaba haberle comprado algo. "Seguramente me confunde usted con un hermano mío que se me parece mucho y que se fue a Estados Unidos". Y así todos. Mohíno, fúrico, encalabrinado, Jaimito retornó a Saltillo, pero antes escribió con un carbón en la pared del cuarto donde se había hospedado estos vindicativos versos: "Pueblo de Nombre de Dios: / nomás tu nombre me agrada, / porque lo que es tu clientela / vale pa' pura chingada". Desde luego esto sucedió hace muchos años. En la actualidad Nombre de Dios es una bella comunidad duranguense habitada por gente laboriosa y de conducta honrada. No acabaron ahí las desventuras de Jaimito. Decidido a dejar la buhonería fue a pedirle chamba a don Luis Cabello, gerente de la Financiera de Saltillo, señor afable, amable y de generoso corazón, quien había sido compañero suyo en la primaria. "No pudiste haber llegado en un mejor momento, Jaimito -le dijo el buen don Luis-. Precisamente se acaba de jubilar el cobrador del banco. El empleo es tuyo". Lo aceptó, feliz, Jaimito, y a la mañana siguiente recibió, con las instrucciones del caso, las tarjetas de cobranza y la bicicleta que le serviría para ir en busca de los deudores de la institución. Regresó al mediodía y le presentó la renuncia a don Luis. "¿Por qué, Jaimito? -se sorprendió el banquero-. Apenas acabas de empezar, ¿y ya te quieres ir?". "Sí, Luisito -respondió el renunciante, cariacontecido-. Déjame contarte. Llegué a la casa de un deudor moroso. No se encontraba ahí, pero me recibió su mujer. A ella le dije que si su esposo no le pagaba al banco le embargaríamos sus bienes. Me contestó: 'Ay, señor. No sé qué hacer. A mi marido la cosa se le ha puesto muy dura. Póngase usted en mi lugar'. No, Luisito. Esto no es para mí". La prolongada relación de los hechos y dichos de Jaimito me sirve de prefacio para decir que de Dante Delgado nomás el nombre me agrada. En efecto, "Dante" es un sonoro y claro nombre al que dio lustre y fama eterna el autor de la Commedia, llamada con justicia "divina" por todas las generaciones. Pero advierto que divago, como siempre. A lo mío voy. Dante Delgado está desbarrando. Da la impresión de que lo que hace -más bien lo que no hace, que es definirse de cara a la elección del 24- tiene como propósito vender caro su amor a la 4T para hacer mella a la oposición con una candidatura de paja -quizá la suya propia- a fin de restarle votos al Frente que se opone a la perpetuación del poder de AMLO a través de interpósita corcholata. Así las cosas, Delgado hace del MC una cortesana más que en competencia con el Partido Verde y el PT ofrece en una esquina sus encantos a quien quiera comprarlos y pagar por ellos. En palabras de Jaimito Rodríguez habrá que decirle al dueño del Movimiento Ciudadano: "Nomas tu nombre me agrada, porque lo que es lo demás..."... FIN.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
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