No tengo edad...
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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Cuando era una joven soñadora, nada me gustaba más que escuchar "Radio 6.20, la música que llegó para quedarse". Me encantaban las canciones de Pat Boone, Doris Day, Connie Francis, Ricky Nelson, Perry Como, Dean Martin, Frank Sinatra, sin olvidar las "Grandes Bandas" de Glen Miller, Benny Goodman, Tommy Dorsey, Duke Ellington, etcétera. Gracias a esta estación de radio seguía minuciosamente, semana a semana, los éxitos del Hit Parade y los resultados del Festival de la Canción de San Remo. Recuerdo que en 1964, la ganadora fue la canción No tengo edad interpretada por Gigliola Cinquetti, la cual también cantaba en español. Además de la melodía, la letra describía exactamente mi "enamoramiento" de esa época con mi jefe, el doctor Aníbal Abadie-Aicardi, Encargado de Negocios a.i. del Uruguay. Entonces yo trabajaba en el consulado y me pasaba todo el día expidiendo pasaportes y facturas consulares. El mío era, naturalmente, un amor platónico a un hombre mayor, doctor en Historia, francófilo y autor de varios libros nacido en Montevideo, divorciado y sumamente atractivo semejante a Gregory Peck. Entonces él tenía 35 y yo, 18 años.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores