El presidente López Obrador nos ha repetido hasta el cansancio que la desigualdad motiva la deshonestidad, dicho en otras palabras, que los pobres delinquen por necesidad. Visto sin matices, estas palabras tienen un fondo moral aceptable por cualquier persona, religiosa o no, simplemente por congruencia de supervivencia. También es claro que se rige por las reglas del cristianismo, fe que con algunas variantes la mayoría de los mexicanos profesamos, pero en este tema le pedimos que no quiera cambiar el séptimo mandamiento: "No robarás" y que la Constitución lo dice también. El embajador se robó un libro y el Presidente pide no lincharlo. Robar es un delito ante cualquier ley humana o divina.