Desde que el ex presidente Calderón se enfrascara en la guerra con el crimen organizado, y con la respuesta violenta de éste, todos los gobiernos han tenido miedo a dar a conocer la seriedad del asunto, ya que si se declara como terrorismo o narcoterrorismo se tendría que afrontar de diferente manera. Las evidencias están ahí. Por un lado los alcaldes y gobernadores que gobiernan en las áreas de trasiego de drogas viven amenazados y a cualquiera que lleva la contraria lo matan. Por otro lado el poder de fuego es muy superior al de las Fuerzas Armadas, ya ni se diga de la policía; si no recuerden Culiacán.