CULTURA

Monta Valdés Kuri su propio De la Barca

Julieta Riveroll

Cd. de México (20 marzo 2014) .-00:00 hrs

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Al sonido del arpa, el violín y la jarana 14 actores-músicos hablarán del devenir humano desde una mirada compasiva.


Respetando el uso del verso, los intérpretes encarnarán figuras filosóficas tan complejas como el poder, el albedrío y el entendimiento.


Así es como la compañía Teatro de Ciertos Habitantes ha querido aproximarse a La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca. No al conocido drama sobre el Príncipe Segismundo de Polonia, sino al auto sacramental.


Escasamente editado y difundido, el auto sacramental fue escrito por el autor del Siglo de Oro español a los 30 o 40 años de haberse recluido como sacerdote.


"Básicamente es el enfrentamiento del hombre con su sombra y lo que me parece más interesante del texto es que habla de la historia del desarrollo de la conciencia del individuo. Describe un viaje iniciático, por lo tanto es imperecedero", sintetiza Claudio Valdés Kuri.


El director de escena se ha preparado para este proyecto dos décadas, desde que su maestro Ludwik Margules le sugirió que lo montara. Eso no significa, aclara, que haya trabajado desde entonces en él, pero sí que ha vuelto constantemente a él.


"El texto está intacto, pero no se presenta como solía hacerse en un contexto religioso, en los atrios de las iglesias", precisa el fundador de Teatro de Ciertos Habitantes sobre la obra que se estrena mundialmente mañana en el Teatro Julio Jiménez Rueda.


Un año y tres meses ha invertido la compañía en este montaje, en el cual la mitad del elenco ya venía trabajando con Valdés Kuri y el resto se eligió mediante talleres, en los que participó gente recomendada con formación de músico y actor.


"Los nuevos le dieron frescura al grupo y los anteriores, solidez y experiencia", opinó sobre esta propuesta que se enmarca en la programación de los 30 años del Festival Centro Histórico México.


Los intérpretes, todos hombres, trabajaron la exploración del movimiento con Diego Piñón en Tlalpujahua, Michoacán, un colaborador asiduo del director de Becket o el honor de Dios, De monstruos y prodigios y El automóvil gris.


"Es tan alegórico el texto que les he pedido a los actores que no tengan miedo de ser didácticos. Hicimos dos experimentos en el Faro de Oriente y logramos que el espectador se sintiera seducido por lo que escucha, por lo que ve".


La puesta en escena se caracteriza, según su autor, por una "austeridad barroca", porque el espacio está prácticamente vacío, hay dos bancas, el vestuario es muy simbólico y la complejidad recae en el desempeño del artista.


"Todos los instrumentos (incluyendo trombón, chalumeau, marimbol y percusiones) los mandamos construir para que fueran especialmente preparados para la escena, resistentes para el uso que le dan los actores: bailar, correr, decir, venir e ir".