OPINIÓN

En la novela resultan tan significativos los silencios como los ruidos

Méxicos

Jorge Volpi EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Nuestra historia se inicia en 1526, cuando la ciudad apenas estrena su nuevo topónimo -frente a las ruinas humeantes de Tenochtitlan- y Tenampi Cuautle, uno de los pocos nobles mexicas a quienes los españoles han permitido conservar el apellido, también se asombra con el nombre que le han impuesto: Diego; y concluye en 1985, cuando su lejano descendiente, Leonardo Cuautle, concluye su clase en la Escuela Nacional de Antropología e Historia con estas palabras: "Para algunos, las ruinas no solo llaman al recuerdo, sino al olvido. Olvidarlo todo puede ser trágico, pero no olvidar nada es mucho peor. Vivir es acostumbrarse a la pérdida y al consecuente olvido. Solo sobrevive quien olvida". Un par de días después, la Ciudad de México se derrumba como un montón de piedras -eco de Pedro Páramo-, tan ilegibles como las que Leo mencionó en su curso.