La guerra nos exige mirar al otro como enemigo. El diálogo es pérdida de tiempo, cuando no una traición. Escuchar al enemigo es abrir la posibilidad de ser tentado por el mal; una debilidad de carácter, complicidad. Cuando la política queda marcada por esa lógica hay que prepararse para los golpes. Ganará quien tenga más fuerza y hará con su triunfo lo que le dé la gana.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.