Me he preguntado muchas veces, especialmente los últimos días, ¿por qué nos odian?, ¿por qué los hombres nos odian? Pronto me detengo, sé que no es así, que ahí hay un razonamiento errado, que tirar de esa línea sólo reduce este estado de femigenocidio al terreno de lo emocional, de lo pasional, que induce a una perversa resignación de lo sin remedio. No, no es eso, no es que los hombres odien a las mujeres, lo sé, pero pasa que el razonamiento a veces se opaca con lo que se siente al atestiguar en una semana cuatro casos que dejan sin esperanza, al leer que en este país quemaron viva a una mujer y nadie hizo nada para impedirlo. Que Luz Raquel Padilla agonizó tres días con el noventa por ciento del cuerpo quemado, que Liliana Torres sobrevivió pero el dolor en sus quemaduras y la falta de justicia siguen lacerando, que Verónica Razo no salió libre luego de 11 años encarcelada injustamente porque no presentó comprobantes de domicilio actualizados, que han hecho la tercera autopsia al cuerpo de Debanhi Escobar. ¿Qué está pasando?
Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Editorial Plaza y Valdés). Ha colaborado en El Cultural de La Razón, The Washington Post, SinEmbargoMx, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ, Revista SOHO y otros medios. Desarrolla guiones para cine, teleseries y audioseries.