OPINIÓN

Los ricos también lloran

Andrés Clariond Rangel EN REFORMA

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La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda se ha convertido en una telenovela que envidiaría la Televisa de los tiempos dorados de "Los Ricos también Lloran". No porque los ricos estén llorando la ausencia de un funcionario acorde a su ideología, sino por la conducta del ex secretario a partir de su salida. ¿Qué hizo Urzúa después de renunciar? ¿Se fue de viaje a Europa a gozar de la socialdemocracia que dice enarbolar? ¿Se distrajo en Cancún chapoteando en sargazo? No, don Carlos se propuso incendiar la pradera de la 4T y producir un remake de "Lo que Urzúa se Llevó". Los feligreses de la misa mañanera no tardaron en crucificarlo con un letrero sobre su cabeza con la palabra "Neoliberal". Aunque su renuncia responde más que a razones ideológicas o decisiones económicas a ese mal demasiado humano, conocido como ambición. Carlos Urzúa y el jefe de la oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, pelearon por poder, puestos e influencia dentro del gabinete. A don Carlos le dolió mucho salir derrotado en esa batalla y está ardido. Situación que no le quita veracidad y validez a su carta de renuncia, pero que evidencia la exageración tanto de quienes lo tildan de traidor como de quienes aplauden su congruencia.

La economía mexicana se ha vuelto el tema más sensible desde la llegada al poder de López Obrador. Quizá porque corregir errores en la conducción económica del país tomaría más tiempo que un mal programa social o una mediocre estrategia de seguridad. Si México cae de la gracia de los inversionistas podría llevar décadas recuperar esa confianza. Sin embargo, la posición de AMLO sobre el desarrollo económico es ambigua. Declara que a él la economía no le preocupa pues va creciendo, dice que su receta en lo económico es la honestidad e incluso llama a su modelo "economía moral", un término que en el fondo es el mismo que usaban los odiados tecnócratas del pasado al promover en sus campañas una economía con rostro humano.

El rostro humano nunca se asomó y el país ha seguido produciendo pobres, diagnóstico que tiene claro López Obrador y que utiliza en ataques al neoliberalismo, no desde un punto de vista técnico y objetivo, sino desde los conceptos del bien y la moral. Un desperdicio de crítica cuya función es enardecer a la gente y mediatizar el asunto. Como hace unos días, cuando Andrés Manuel grabó un video en la Huasteca junto a un campesino productor de jugo de caña con su molino jalado por un caballo. Al compartirlo en Twitter, el Presidente escribió con demagogia que es igual fortalecer a esos microempresarios que a las grandes corporaciones. Terminó la grabación comparando el "exquisito jugo" contra el "agua puerca embotellada".

Aunque lo intente disimular, el odio al empresariado le sale a AMLO por los poros. Él desearía no depender de los grandes empresarios y poder abatir la pobreza con dádivas. Desgraciadamente para él, ni el petróleo ni el sabroso jugo de caña sacarán al país del tercer mundo. Tampoco lo hará la estabilidad del tipo de cambio, la cual López Obrador usa de paraguas hasta que en un fuerte ventarrón salga disparado y todos menos él tengan la culpa. Si los sentimientos del Peje hacia el sector privado son complicados, los empresarios no terminan de sentirse cómodos con el Presidente. Ambos juegan papeles de civilidad al estar juntos, aunque por separado AMLO no los baja de potentados a quienes se les perdonaron impuestos y ellos aborrecen decisiones como la cancelación del NAIM o la construcción de Dos Bocas.

Alfonso Romo ha jugado el rol de interlocutor sin mayor éxito que convocar reuniones entre empresarios y el Presidente con un aparente final feliz sellado por una sonriente fotografía. Sin embargo, lo que diga o no diga Romo poco importa en un gobierno que sucede por completo en la cabeza de López Obrador. Con los líderes de las Cámaras empresariales el Presidente se lleva según lo critiquen o no. Gustavo de Hoyos, de la Coparmex, es parte de la mafia porque lo cuestiona, mientras que Carlos Salazar, del CCE, es bien visto porque es suave y conciliador.

Por si le faltara leña al fuego, la Asociación Nacional de Empresarios Independientes acaba de anunciar una alianza con Cuauhtémoc Cárdenas para presentar un plan económico. Hoy vivimos una época en la que Cuauhtémoc Cárdenas es considerado proempresa, Alfonso Romo trabaja en un gobierno de izquierda, Andrés Manuel cita la Biblia y Felipe Calderón condena la inseguridad en el país. ¿Qué sigue? ¿Que Ninel Conde se vaya de monja?