Crecí en tiempos donde la materia de Educación Física no era más que una clase de burda calistenia. Era divertida pero en realidad no nos enseñaba nada. Y es que hacer un par de estiramientos, correr una vuelta alrededor de la cancha de futbol o jugar baloncesto en algún viejo aro bajo el rayo del sol, era suficiente para que la escuela cumpliera el requisito ante la SEP.