OPINIÓN

Recibir un "apoyo", como lo llama el presidente, es muy bonito, pero no compensa la falta de crecimiento económico

Lo que viene

Luis Rubio EN REFORMA

4 MIN 30 SEG

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La catástrofe que venía era cada vez más evidente. Los errores y pérdidas se acumulaban, la destrucción era incontenible y el fin inminente y, sin embargo, nadie se rebeló. La población apoyó a su gobierno hasta el final, aun cuando eso implicara la destrucción total. Así comienza el libro de Ian Kershaw intitulado El final*. El historiador relata los últimos meses del gobierno de Hitler, un momento trágico en que las tropas soviéticas y norteamericanas avanzaban de manera constante, los bombardeos destruían ciudades enteras, devastando apartamentos y edificios icónicos, dejando a la población en la calle. En un entorno racional, el gobierno alemán habría comenzado negociaciones para una rendición condicionada, pero no fue así: la obsesión por no reproducir momentos históricos previos (la rendición de Alemania en 1918) llevó al colapso total. Pero lo relevante de esta anécdota es que no era sólo el gobierno el que estaba obsesionado: la población (con excepciones naturales) estaba con su gobierno y no estuvo dispuesta a pensar distinto.