OPINIÓN

Las trampas de la mente

Isabel Turrent EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Las razones que mueven a los dictadores que se aferran al poder son fáciles de entender: no pueden resistir la tentación de mandar y controlar; ser árbitros y jueces entre grupos de interés -políticos, empresariales o intelectuales, lo mismo da-. Lo irresistible es tener la última palabra, la sentencia final. El poder para imponer su autoridad contra viento y marea. Para ello necesitan dinero: son tan corruptos que hacen a un lado cualquier presupuesto. Su bolsa es, de hecho, la riqueza de la nación. Con ella pagan la lealtad de funcionarios, empleados, votantes cautivos, diputados y jueces. Y el apoyo indispensable de los medios de comunicación que optan por ponerse al servicio de la campaña propagandística del poderoso. Entre los dictadores y su corte, todo es un asunto de poder y dinero.