Todos los organismos están igualmente vivos. Una bacteria, una zanahoria y una amiba están tan vivas como una persona, un champiñón o un ostión, pero como lo demuestra el éxito de los trasplantes, no todo lo que está vivo es un organismo. Un riñón o un corazón están vivos, pero no son organismos. Hay otras entidades biológicas, como los virus, que ni son organismos ni están vivos, pero que comparten con ellos algunas propiedades, incluyendo la posibilidad de evolucionar. Las poblaciones virales suelen ser enormes, y al multiplicarse mutan, se recombinan, pierden información genética o la pueden ganar robando genes de las células que infectan. A pesar de que los virus gozan de cierta autonomía genética, ninguno de ellos se puede multiplicar fuera del medio intracelular, y por lo tanto su evolución debe ser vista, en buena medida, como un proceso de coevolución entre ellos y su hospedero.