Las curvas de Sofía
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
Sofía no estaba muy convencida que se hubiera, efectivamente, logrado aplanar la curva epidémica de Covid-19, como aseguró López Obrador el lunes pasado. Siempre había escuchado decir a su madre que en México todo el mundo mentía desde que salía el sol hasta que se acostaba. Nada era más usual que oír a la trabajadora del hogar decir por teléfono: "la señora no está", cuando en realidad su patrona se encontraba en su casa desayunando muy tranquilamente, mientras leía el periódico. "Mañana, sin falta, le pago" es otra de las fórmulas más socorridas entre los mexicanos, sobre todo en estos momentos de tantos recortes. Nunca como ahora esta mala costumbre mexicana tenía a Sofía de verdad aterrada en relación a la crisis por el Covid-19: ¿cuántas curvas faltaban por aplanarse?, ¿cuántos muertos ha habido realmente a causa del coronavirus, cuántos contagiados y cuántos intubados? ¿Cuántos crímenes por violencia se habían cometido de verdad y a cuánto había ascendido la violencia intrafamiliar? ¿Cuántos paisanos migrantes han muerto, realmente, en Estados Unidos y cuántos han regresado con las manos vacías? Y ¿cuántas pequeñas empresas han cerrado, de verdad, debido a la pandemia?, se preguntaba durante sus noches de insomnio. "Jamás lo sabremos -se respondía-, como jamás supimos cuántos estudiantes muertos hubo en 1968, o cuánto sabía Felipe Calderón de los negocios turbios de García Luna con los cárteles, así como tampoco sabremos jamás cómo le hizo el hijo de Bartlett para vender los respiradores tan caros al IMSS".
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores