Resulta curioso que, en dos eventos recientes, un primo y un amigo, se preguntaran porqué sus lágrimas se asoman ahora con facilidad. Su extrañeza me ha llevado a reflexionar sobre el tema, explorando algunas posibles explicaciones. ¿Estará en la educación de los años sesenta y setenta? Se esperaba que mostráramos temple y evitáramos a toda costa dejar ver abiertamente nuestras emociones y sentimientos.