No puedo poner aquí la fotografía, pero déjame describirla: son dos manos manchadas por los años que están entrelazadas. A ratos ella cambia de posición, pero él aprieta su mano para sentir que está ahí; que no se va. Las manos llevan juntas cinco horas, pero en un rato se tendrán que separar. Al día siguiente se volverán a juntar por varias horas. Así ha sido por casi quince días que él lleva en el hospital sin poder hablar. Él tiene 98 años, ella 96.