Somos testigos, diariamente, de la desintegración del juicio del Presidente. Esa facultad elemental para distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso está rota y se despedaza en fragmentos cada vez más alarmantes. ¿Con qué absurdo nos desayunaremos hoy? ¿Qué sentencia lunática nos brindará esta mañana? ¿Insistirá en sus manías de siempre o dará un nuevo paso en su colección de aberraciones inconcebibles? Lo notable, a estas alturas, es que esos evidentes trastornos de la razón no le cuestan al Presidente. Su popularidad sigue alta y su partido se mantiene muy por encima del resto de los competidores.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.