OPINIÓN

La sombra al final del túnel

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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Los sitiados en el fuerte de El Sombrero estaban ya en el último grado de la desesperación. El agua se había agotado por completo a causa de un grave error de Mina, que en los primeros días de su estancia ahí probó el agua que estaba almacenada en grandes cantidades en un enorme aljibe que don Pedro Moreno había dispuesto, y al no gustarle el sabor del líquido pensó que estaba descompuesto e hizo vaciar la cisterna diciendo que pronto las inminentes lluvias lo llenarían de nuevo. No llovió, y los insurgentes se quedaron sin agua. Don Anastasio Bustamante vigilaba con riguroso celo el arroyo que pasaba al pie del cerro, e impedía así que los rebeldes se abastecieran de él. Únicamente, movido por una caballerosa compasión, permitía que las mujeres y los niños del fuerte bajaran a beber, pero sin dejarlos llenar ninguna vasija para llevar arriba. Así, las mujeres, después de beber, regresaban al fuerte con la boca llena de agua y de boca a boca la daban a los hombres para intentar con tan extremado recurso salvarlos de la muerte por sed. Tanto impresionó a don Anastasio el sufrimiento de aquellas infelices mujeres y de sus hijos que un día que en mayor número bajaron a beber los hizo aprehender y llevar a León, pensando que así los libraría de morir.